Suscríbete a nuestro Newsletter
y mantente informado de todo
Jueves 22 de Julio de 2021
La alumni de Enfermería relata cómo es gestionar un hospital, el sello UANDES y los mejores recuerdos de su paso por la Universidad.
¿Qué te motivó a postular a este cargo y qué significa ser la directora de un hospital?
Al año de titulación tuve la posibilidad de ser subdirectora de un CESFAM sin mayor capacitación. Fue una etapa muy valiosa, sobre todo en aprendizajes, desde ese momento comenzó mi capacitación formal en gestión. Mis intereses siempre han sido el servicio público y el área gestión comunitaria.
El hospital que hoy me toca dirigir es un hospital comunitario, un tremendo desafío en estos tiempos, con dos grandes áreas, ninguna más importante que la otra: APS: Atención Cerrada, y una Urgencia que siempre está al debe.
Mi motivación va relacionada con la mezcla de intereses tanto personales como profesionales. En lo personal, poder vivir en familia, fuera de Santiago, en una ciudad más bien rural es un privilegio que hace rato estábamos buscando.
Lograr compatibilizar eso con un cargo que satisface completamente los intereses laborales y profesionales es simplemente un tremendo regalo de Dios.
¿Cuáles son las mayores dificultades que enfrentas en un cargo como este?
Ser directora de un hospital es una gran responsabilidad y desafío. Debes lograr aunar intereses y satisfacer expectativas de la comunidad, funcionarios, actores políticos y otros entes sociales del intersector, con recursos públicos y bajo un estricto estatuto administrativo.
En relación con la gestión propiamente tal, lo más difícil ha sido la gestión de personas, todo lo que uno puede haber aprendido se queda corto a la hora de enfrentarse a la realidad.
¿Cuáles son las experiencias enriquecedoras al asumir este tremendo desafío?
Sin duda volver a tener contacto con los “enfermos”.
Estar hospitalizado lejos de la familia es muy triste, sobre todo ahora que no se permiten las visitas, por lo que tener el contacto diario, poder saludarlos cada mañana, saber sus nombres, consultar cómo durmieron, si les gustó el desayuno, poder compartir, aunque sea unos minutos con ellos, es muy gratificante.
El aprendizaje diario es tremendo, me tocó asumir el año del estallido social, luego se vino la pandemia y esto no se ha detenido. Si bien ha sido muy duro en términos de trabajo y estudio constante, la satisfacción de una sonrisa agradecida, lo vale.
¿Cómo consideras que el sello de la Escuela de Enfermería UANDES ha influido en tu desarrollo profesional?
La Universidad tiene un sello indiscutible, no sólo en lo técnico (las enfermeras de la Universidad somos reconocidas en el mercado laboral), si no también por nuestra formación humana y valórica que nos permite posicionarnos muy bien y desempeñarnos en cualquier ámbito, cuidando siempre los principios de una humana fraternidad y amor al prójimo.
¿Cuáles son los mejores recuerdos de tu etapa universitaria?
Son varios, pero inolvidable la bienvenida que nos dieron el primer día, cuando llegaron las “ayudantes “de Anatomía y nos hicieron una prueba terrible. Recuerdo cómo nos mirábamos, todas con calculadora en mano tratando de sacar una ecuación.
También los largos viajes al parroquial, los prácticos de Anatomía. Mención honrosa a los llantos previo y post prueba.
El primer día de clases camino a la Universidad conocí a la que hoy es mi amiga y madrina de mi primer hijo. Aunque la distancia física ahora es mayor, nos seguimos queriendo como siempre.
Recuerdo también con mucho cariño y agradecimiento a todas las docentes, sin embargo, debo decir que mi principal ejemplo a seguir y el amor hacia la enfermería comunitaria se lo debo a la “Profe. Zita”, tremenda persona, enfermera y docente.