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Viernes 27 de Mayo de 2022
Columna de Marisol Richter, directora Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural UANDES e Isidora Puga, directora Diplomado en Gestión Cultural UANDES.
La última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climática (COP26) que se celebró a principios de noviembre de 2021, planteó la importancia del arte, la cultura y el patrimonio, debido a que este ámbito ancla a las personas a lugares y entre sí. Además de crear cohesión de formas que permitan la construcción de comunidades y acción colectiva. De esta forma, se reconoce que las instituciones culturales, como museos y bibliotecas, entregan un espacio esencial para el intercambio cultural y de conocimientos para la comunidad.
Por eso, en este Día de los Patrimonios se nos hace esencial recordar y hacer hincapié en que si no tuviéramos memoria, no sabríamos nuestro nombre el de nuestros padres, el lugar que ocupamos en el mundo. “Seríamos puro instante”, dijo Luis Buñuel. Así, se hace evidente que nuestro patrimonio es identidad y memoria, ya que solo considerándolo de esta forma podemos recordar para saber quiénes somos y de dónde venimos.
En consecuencia, las manifestaciones culturales están ancladas en objetos o en ideas, que funcionan como lugares de nuestra memoria que nos permiten hacer conexiones entre lo que uno percibe y conoce, dándoles un sentido al propio patrimonio.
Hasta hace poco, la idea de patrimonio estaba centrada en los objetos, ahora está concentrado en una mirada antropológica. Así, en la actualidad se considera que el patrimonio cultural es dinámico y transformable en el tiempo porque es una construcción social, por tanto profundamente conectada con la sociedad en la que existe.
En el fondo, esta construcción social está dada porque es la sociedad y las comunidades las que le entregan cierto valor a algunas manifestaciones culturales y no a otras. Es decir, al considerar que nosotros somos seres en el presente, lo antiguo toma un valor muy importante y esencial en nuestra identidad, pero lo más esencial es el hoy.
Esto es fácilmente entendible en un sitio arqueológicos que contiene elementos, ya sean arquitectónicos o funerarios, pero que están asociados a culturas vivas, y eso permite que esos bienes no estén disociados unos con otros. Por ejemplo, a comienzos de este mes se llevó a cabo las festividades del tinku y la chacana o cruz de mayo, celebradas por comunidades de pueblos originarios de contextos urbanos en el pukara de Chena, espacio que por lo demás está declarado monumento Nacional desde 1977. Esto demuestra una relación significativa entre el espacio patrimonial y material, declarado como tal por el Estado chileno y los pueblos originarios participantes de esta celebración. Más aún, tal como la profesora Milagros de Ugarte expone, “es importante que vayamos todos tomando conciencia de lo que es el patrimonio arqueológico: no solo por la importancia que tiene en términos de formar identitario y de otorgar profundidad cronológica y densidad cultural a nuestro pasado, sino que en términos prácticos la ley 17.288 considera que los restos arqueológicos son monumentos nacionales por su sola existencia y por tanto se encuentran protegidos por el estado”.