Viernes 28 de Junio de 2024

Estudiante de Filosofía comparte su experiencia pintando el retablo de parroquia en La Serena

Andrés Amunátegui, estudiante de Filosofía, miembro fundador de la orquesta de alumnos UANDES y pintor innato, trabajó por más de un año en un retablo para la iglesia San Juan de Dios ubicada en La Serena. A continuación, nos cuenta cómo surgió su afición por la pintura y cómo ha desarrollado su talento artístico.

¿Cuándo partió tu gusto por la pintura?

“Siempre me ha gustado dibujar, pero los primeros pasos con la pintura fueron en un electivo de arte en IVº medio. Ahí, Sebastián Valenzuela, un excelente pintor y profesor, me enseñó a usar el óleo. Ese año pinté un par de cosas, pero no volví a tocar los pinceles hasta el 2020. Durante las cuarentenas decidí volver a pintar y tomármelo un poco más en serio. Youtube fue fundamental durante ese año, por ahí aprendí y mejoré muchísimo. Ese mismo 2020 me animé a subir unas pinturas a Instagram, algunas personas se interesaron y me empezaron a llegar los primeros encargos”.

¿Cómo partió tu trabajo para el retablo de la Iglesia “San Juan de Dios” de La Serena?

“La historia es un poco complicada.  A finales de 2021, mientras estudiaba para los exámenes, recibí un llamado de Carlos Valenzuela, un sacerdote párroco de una iglesia en La Serena que preguntaba por el “pintor” Andrés Amunátegui. Lo primero que hice fue reírme, había pintado un par de cosas, pero “pintor” no era. Intenté explicarle, pero él insistió y me preguntó si estaba dispuesto a pintar un retablo para su Iglesia. Finalmente le dije que sí, pero le pedí si podíamos esperar hasta fin de mes para partir (cuando terminaba mis exámenes).

Aún no tengo claro cómo fue que llegó a mí, pero sé que un año antes de que me llamara, conocí en el sur a un sacerdote que resultó ser amigo del padre Carlos (el párroco de La Serena) y, al parecer, un día este le comentó a su amigo que tenía ganas de encargar unos cuadros para su iglesia, pero no sabía a quién pedirle, y ahí fue cuando su amigo le dio mi número”.

¿Cómo fue el proceso para definir qué ibas a pintar?

“Cuando terminé los exámenes en diciembre de 2021, compré unos pasajes a La Serena y me junté con el padre Carlos para que me explicara con más detalle qué tenía en mente. Me dijo que quería pedirme dos cuadros grandes (3.0 x 1.5m), uno del Cristo de la Divina Misericordia y otro de S. Juan Pablo II. Después me llevó a conocer la parroquia, me mostró el lugar donde quería colgarlos, conversamos un rato sobre los materiales, el plazo y nos despedimos.

El padre tenía clarísimo lo que quería, así que no tuve que darle muchas vueltas al asunto. Como el Cristo de la Divina Misericordia es un cuadro que pintó un polaco por encargo de S Faustina Kowalska durante el s.XX, solo tuve que tomar una buena foto de referencia e intentar copiarlo lo mejor posible. El caso de S. Juan Pablo II fue un poco distinto, aquí tenía algo más de libertad porque no era una copia, así que tomé las referencias de varias imágenes distintas para armar un buen retrato del santo”.        

¿Cuánto tiempo lo estuviste trabajando? entiendo que estuviste trabajando acá en la universidad?

“Partí en enero de 2022 y puse la última mancha de pintura en marzo de 2023, salió bastante más largo de lo que esperaba. Una de las cosas que me facilitó mucho el trabajo fue que, gracias a la buena voluntad de María Paz Reyes y el equipo de la Dirección de Operaciones y de Miguel, Manuel, Héctor y Rodrigo (los auxiliares que estaban a cargo del edificio de Humanidades ese año), pude instalarme a pintar en la Universidad. Primero, en unas salas del edificio de Ciencias durante el verano y después en un rincón del edificio de Humanidades. Esto fue ideal porque no tenía dónde meter dos lienzos de tres metros”.

¿Cómo compatibilizaste esto con los estudios?

“Haber podido pintar en la universidad fue fundamental. Logré avanzar bastante en el verano de 2022 y después, durante el año, intentaba sacar un rato de pintura todas las mañanas antes de clase. Así fui avanzando de a poco. Mi prioridad eran los estudios, pero fue un lujo poder mezclarlos con un poco de pintura todos los días, me entretuve un montón y, como estaba en la universidad, no me faltó compañía ni buenos críticos que me fueron ayudando con el trabajo”.

¿Cómo realizaste el traslado a La Serena? ¿Cómo fue cuando lo viste ya instalado en el altar?

“Lo del traslado fue muy difícil. Después de un buen tiempo buscando alguien que me ayudara a llevarlos, había decidido enrollarlos – cosa que no era muy conveniente – y llevarlos por mi cuenta. En eso, un lunes apareció Nelly Yankovic, una mujer notable que maneja un camión ¾ y se dedica al transporte de obras de arte. Ella me dijo que viajaba el viernes a La Serena en avión por otros motivos, pero que podía irse en el camión y llevar los cuadros (obviamente me cobró, pero un precio bastante razonable respecto a lo que pedían otros). Así, partimos los dos ese mismo viernes en el camión y nos dejó a los cuadros y a mí en La Serena. Ver el retablo instalado fue increíble. El padre Carlos quedó muy contento y lo mejor fue saludar a las personas de la parroquia que asistieron a la misa inaugural. Estaban realmente muy agradecidos”.