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Martes 8 de Septiembre de 2020
El director del Instituto de Filosofía UANDES relata qué siginifica y cómo vive la investigación y cuenta qué es lo que le fascina de ella.
Manfred Svensson dirige el Instituto de Filosofía hace dos años. Es licenciado en Filosofía de la Universidad Adolfo Ibáñez y doctor en la materia por la Universidad de Múnich, Alemania.
Llegó a la UANDES hace más de una década, incorporándose a la Universidad en 2007 como académico especialista en Filosofía Medieval. En 2014 se adjudicó la beca de la Fundación Alexander Von Humboldt, una de las más importantes del mundo, con la cual realizó una investigación postdoctoral en la Universidad de Barmberg en Alemania.
Ha publicado diversos artículos, columnas de opinión y varios libros. Hoy se encuentra ejecutando su cuarto proyecto Fondecyt.
Sobre su vida como investigador reconoce que más que una decisión consciente fue más bien en algo que, en un momento determinado, se vio involucrado. “Si bien apenas hace dos décadas que cursé la Licenciatura, ese era un mundo radicalmente distinto para la investigación filosófica en Chile. Apenas se escuchaba alguna vez hablar de un congreso, de la importancia de publicar, o cosas por el estilo. Eso puede haber sido mejor o peor que lo de ahora, no lo sé, pero ciertamente era muy distinto” cuenta Manfred. Lo que sí tenía claro es que quería ser profesor en la universidad y gradualmente entendió que eso significaba una vida de investigación, “feliz descubrimiento” recalca.
Svensson, nacido en Jönköping, Suecia, en 1978, asegura que una de las cosas que más le facinan sobre la investigación es “ver cómo prevalecen por décadas narrativas tan manifiestamente equivocadas sobre ciertos problemas. Cuando surgen objeciones a esas estas, los seres humanos tendemos a buscar muy rápido cómo parcharlas. La investigación en historia de la filosofía tiene bastante de lucha contra esa tendencia” asegura.
¿En qué consiste tu línea investigativa?
Hay dos cosas de las que estoy preocupado de modo principal hace años (y en ambos campos se da el problema que acabo de mencionar). Por una parte está la historia del concepto de tolerancia, y en particular el problema de cómo ha sido tratado fuera (y antes) de la tradición liberal. Por otro lado está el problema de cómo la Ética y la Política de Aristóteles siguieron siendo comentadas por los protestantes del siglo XVI y XVII. Eso es un enorme territorio virgen, lleno de comentarios a Aristóteles que virtualmente nadie ha estudiado.
¿Y esas líneas se cruzan entre sí?
Creo que se cruzan en dos sentidos. En primer lugar, aunque los dos temas sean bastante distintos, me tienen bastante sumido en un mismo período, los siglos XVI y XVII. Los comentarios a Aristóteles que estudio son de una época de enorme conflicto religioso, y ese mismo hecho hace que una parte tan grande de la literatura moderna sobre la tolerancia haya surgido en ese contexto. Pero los temas se cruzan también en su importancia contemporánea. Hoy la discusión sobre la tolerancia está recuperando el grado de intensidad que tenía a fines del siglo XVII, y también la tradición de filosofía práctica aristotélica está muy viva (por ejemplo, en las éticas de la virtud). Una de las preguntas que me hago es cuánto ganaríamos mediante una fertilización recíproca de esos campos. ¿No debiéramos estar pensando, además de la práctica de la tolerancia, en lo que se gana entendiéndola como una virtud?
Para Svensson la importancia de la investigación en esta área se basa en que “en la actualidad es común defender a la filosofía con tesis que me parecen muy equivocadas, por ejemplo, con la idea de que solo de la filosofía se aprende pensamiento crítico. Un disparate. Creo que sigue vigente la respuesta de Sócrates: no hay nada peor que estar equivocado. Por eso investigamos”, concluye Manfred.