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Cuando todos se vayan

La presente antología, publicada por la Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, reúne una extensa selección de todos los libros de poesía de Jorge Teillier, además de una amplia selección de su prosa y ensayos. Y es que no podía faltar —así como René Char incluyó las Cartas del vidente en su selección poética de Rimbaud— el ensayo “Los poetas de los lares”, donde de alguna forma (si bien hablando de otros poetas como Efraín Barquero, Alberto Rubio y Rolando Cárdenas) Teillier definió su propia estética: “Un primer hecho que estableceremos es el de que los poetas de los lares vuelven a integrarse al paisaje, a hacer descripción del ambiente que los rodea. Se empiezan a recuperar los sentidos, que se iban perdiendo en los últimos años, ahogados por la hojarasca de una poesía no nacida espontáneamente, por el contacto del hombre con el mundo, sino resultante de una experiencia meramente literaria, confeccionada sobre la medida de otra poesía”.

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El poeta lárico es —heideggerianamente— un guardián de la palabra y de una provincia. Sin embargo, aquella no es un lugar geográfico, sino una provincia mental. Es claro que para Teillier el hombre está perdido en la ciudad, aspecto que lo acerca a Rilke, pero de ello no se deduce que se pueda reducir su propuesta a la polaridad entre lo rural y lo urbano. De hecho, poco se aviene su poesía con la de los bautizados por Parra como “poetas de la claridad,” orientados hacia una estética criollista en los años cuarenta del siglo XX. El poeta que crea Teillier, ya sea textual o biográficamente, se adscribe de mejor manera a la idea del forastero, a aquel individuo que está de paso y que recoge algo para llevárselo, entre la ciudad y el campo. El espacio en que nació Jorge Teillier −Lautaro− fue una mezcla de herencia mapuche, chilena, francesa e inglesa; un lugar recién fundado, sin tradición. Por lo mismo, si hay un regreso no es hacia un ambiente rural o campesino, como sí hacia un País de Nunca Jamás.

Stoner

Stoner no es una novedad en las estanterías. John Williams (Clarksville, Texas, 1922-Fayetteville, Arkansas, 1994) la publicó en 1965, aunque su verdadera repercusión editorial no se produjo sino hasta nuestro siglo. La novela, de alrededor de trescientas páginas en su edición por Fiordo, disponible en biblioteca UANDES, es el relato de la vida de su protagonista William Stoner. Hijo de padres granjeros en una parte más o menos perdida del estado de Missouri, quienes con los ahorros de una vida enviaron a su hijo a la Universidad para que estudiase agronomía y pudiese hacerse cargo del trabajo del campo y acrecentar el patrimonio familiar. Stoner abandona entonces su lugar de origen y cursa sus asignaturas con mayor o menor desgano hasta que conoce a Archer Sloane, profesor del curso optativo de literatura inglesa, cuya explicación de un soneto de Shakespeare, cambió para siempre su vida. Todo esto en un periodo que abarca la historia de los Estados Unidos desde un poco antes de la primera Guerra mundial hasta pasada la segunda Guerra mundial. No cuento más. El relato de su carrera hasta llegar a ser un profesor reconocido en la Universidad y de diversos aspectos de su vida íntima y familiar, desde la perspectiva de una mirada tierna y terrible a la vez, siempre contenida, hacen de la lectura de Stoner una experiencia sin duda entrañable. 

Los detalles del mundo

Una espiral franqueable pero inevitable (universal, se diría) recorre Los detalles del mundo de Antonia Torres (libro publicado por la editorial Aparte en 2022 y galardonada con el Premio nacional a la mejor obra editada -2023- en la categoría de poesía) se configura en torno a la añoranza y la vivencia del mundo a través de un imaginario íntimo y personal, pero, al mismo tiempo, reconocible, reconfigurable en miles de otras experiencias.

Desde el evocador título que da nombre a la obra, se percibe un sugerente enfoque en el que la voz poética se sumerge en la observación y la contemplación de los pequeños y significativos momentos de la existencia cotidiana a través de la que explora la belleza y la complejidad que, a menudo, pasa desapercibida en la rutina diaria, destacando una inherencia y una evidente puesta en foco de los detalles más simples.

El poemario aborda temas diversos, desde la naturaleza y los paisajes hasta las relaciones humanas, las emociones y las experiencias personales. Con esta obra, Antonia Torres construye una gran metáfora que cocrea sentidos profundos y universales. Los detalles del mundo desarrolla una sensibilidad hacia la conexión entre el individuo y su entorno e invita a reflexionar sobre la importancia de prestar atención a los breves momentos que dan sentido a nuestras vidas y las recorren desde tiempos ignotos.

El profesor y el loco

Los apasionados por las palabras no pueden dejar pasar esta novela de difícil clasificación, pero que podríamos rotular de documental, histórica o biográfica. ¿Se imaginan todo lo que conlleva la elaboración de un diccionario como el de Oxford? El registro lexicográfico fundamental de la lengua inglesa que tardó 50 años en estar listo. Pues bien, este libro narra la historia del médico y oficial estadounidense W.C. Minor (1834-1920) diagnosticado de locura y monomanías persecutorias, quien desde el asilo para criminales lunáticos de Broadmoor, se transformó en el principal y más singular ayudante del profesor J.A.H. Murray (1837-1915), coordinador de la monumental obra del Oxford English Dictionary. Ambos personajes intercambiaron miles de cartas y solo se conocieron 20 años después. Ninguno alcanzó a ver su obra terminada, pero, a pesar de las diferencias, los unía su fervoroso e inusitado amor por las palabras. El autor de este libro, además, combina junto con la narración apuntes históricos y metodológicos de la lexicografía inglesa y del arduo trabajo de elaboración de diccionarios. Su lectura ágil y amena hace que sea una obra recomendable tanto para aquellos aficionados a los diccionarios y sus curiosidades, como también para quienes nunca se habían puesto a pensar de dónde salen los diccionarios y por qué son tan relevantes en la historia, la literatura y la sociedad.  

David Golder

David Golder, la primera novela de Irène Némirovsky (Kiev, 1903; Auschwitz, 1942), es, en varios aspectos, sorprendente. Desde luego por el oficio y madurez que exhibe la autora, tratándose de su primera entrega y teniendo entonces sólo 26 años. Hay una precisión, un dominio del tiempo y la imagen, una capacidad de dar con el verbo y el adjetivo justo, que parece obra de un consagrado (por cierto, David Golder la consagró…).
La temática, sencilla, sorprende también por el modo cabal en que se la trata: una historia descarnada, sí, pero que se desarrolla con certeza y sin remilgos; lo que la llena de vida. Otra vez, oficio.  Ser capaz de retratar las tenues aunque conmovedoras cuotas de humanidad que, como espasmos, todavía pueden darse en vidas traspasadas por la futilidad y el vacío, por el lacerante egoísmo y la cruel mezquindad, es también cuestión de talento. Un talento exigido y tensionado, puesto a prueba casi al máximo, para dar lo mejor de sí.

Veinticuatro horas en la vida de una mujer

En solo 120 páginas la magistral pluma de Stefan Zweig analiza a fondo la personalidad de un jugador empedernido que llega de improviso a un hotel que colinda con una pensión donde una mujer solitaria, Henriette, lo descubre y se obsesiona mirando sus manos cada vez que hace una jugada. Esta obsesión va acompañada de cierta culpa que domina el resto de la narración, así como el suspenso que se va construyendo página a página hasta llegar a un final totalmente inesperado y trágico. Impresiona cómo Zweig muestra que se puede conocer a una persona sin mirarle a la cara, al menos en un comienzo, por los gestos que la misma hace con las manos sobre el tapete del juego.