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Martes 17 de Diciembre de 2019
Gritos, llantos, amenazas, frases hirientes y hasta golpes conforman un inmenso y álgido mix que se conoce como desborde emocional, un estado en el que la rabia se apodera del cuerpo a tal punto que bloquea la razón. ¿Es posible hacer algo para no llegar a estos extremos? ¿Y qué debe hacer la víctima del desborde de otra persona, para evitar que el conflicto escale peligrosamente?
No hay quien no haya sentido, al menos alguna vez, un desborde emocional, esa intensa explosión de rabia mezclada con frustración, pena y exasperación, que nos hace sentir totalmente fuera de control. En este estado, el conflicto se adueña por completo de las personas, a tal punto que su capacidad de empatizar y analizar la causa de su estallido de furia puede escabullirse bajo gritos, amenazas, llantos desconsolados, garabatos, ironías hirientes, descalificaciones y pensamientos destructivos que lo nublan todo.
Incluso puede haber golpes. O algo peor.
“No es raro que estos desbordes deriven en violencia”, advierte el psicólogo Fernando Urra, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes.
Pero esta violencia no siempre se dirige al otro. Por ejemplo, es común caer en lo que se conoce como descargas psicomotrices, en que la rabia se canaliza pateando puertas, rompiendo cosas, pegándole a la pared.