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Lunes 24 de Febrero de 2020
La alumna de Educación de Párvulos UANDES Josefa Covarrubias fue a un voluntariado en África a enseñar en una escuela a niños de 4 a 6 años. “He aprendido a ser feliz con muy poco, a agradecer todo lo que tengo y, sobre todo, que con amor se puede llegar muy lejos. Eso hace que la gente de Tanzania sea tan especial, son ricos en amor y felicidad”, cuenta.
Una sala de clases que parece un poema. Una veintena de caritas sonrientes con dientes muy blancos y ojos iluminados. Una profesora a la que llaman “muzungu” (blanco en swuajili) y que se distingue, a lo lejos, por su color de piel. Brazos abiertos esperan a Josefa Covarrubias, alumna de Educación de Párvulos UANDES, para aprender algo nuevo, en la escuela Jitihada, en Anusha, Tanzania (África).
“En abril de 2018 comencé a sentir la necesidad de salir de mi zona de confort, quería ir más allá de mis comodidades y conocer nuevas culturas, con la idea de poder ayudar a otros, que me permitiera crecer como persona y aportar a la sociedad. Así surgió la idea de hacer un voluntariado en algún país de África. Envié mails a distintas ONG para informarme de sus proyectos y programas de ayuda, y encontrar lo que más se acercaba a lo que estaba buscando. En un principio mandé correos sin esperar respuesta, sintiendo que lo que hacía no iba a transformarse en realidad, sentimiento que tuve hasta el día que me subí al avión y me embarqué hacia África”, cuenta la alumna de Educación de Párvulos de la UANDES.
“El tiempo pasó más rápido que nunca y de un día para otro ya empezaba la cuenta regresiva para partir, vacunas listas, despedidas listas, doctores listos, pasajes, maleta, papeles, visas, todo listo. África, con su cálida gente, me esperaban como mi próxima casa y familia por tres meses. Sin duda era una realidad completamente diferente, una cultura llena de colores, música, cantos, rituales y costumbres que jamás había conocido. Una nueva familia de voluntarios con ideales y sueños como los míos, con ganas de cambiar el mundo y de hacer algo por personas que realmente lo necesitan, una casa multicultural con personas de diferentes países, un lugar en que es imposible no sentirse a gusto, contenida y feliz. Cada día que pasa me siento más segura de la decisión que tomé, que esta es la forma perfecta de crecer, y cada día me siento más afortunada por haber vivido todo lo que he viví en Tanzania”, detalla Josefa.
“La principal clave del éxito es entregarse y abrir el corazón, porque sin duda cuando uno empieza a amar, hace que todo lo que te rodea se transforme en retribución. Es mucho más lo que recibes de lo que entregas, especialmente porque uno piensa que hará cambios en esa comunidad, pero lo que no sabemos es que son ellos los que producen el cambio más importante en nosotros“, expresa.
La barrera del idioma, en un principio, fue un tema complicado, ya que muchas veces sintió frustración al no poder comunicarse fluidamente con los niños: “El inglés no es su idioma natal y el swuajili tampoco es el mío, pero aprendí que muchas veces no necesitamos tener el mismo idioma para comunicarnos, que el amor y respeto se transmite incluso con la mirada. Tampoco fue fácil en un principio el poder comprender que venimos de culturas totalmente distintas, lo que ha sido un gran desafío, el respeto por la diversidad y adaptarme a su forma de vivir la vida. Entendí que no hay una forma correcta de hacer las cosas, sino muchos caminos diferentes, ninguno es mejor que el otro, sólo son distintos”, comenta Josefa.
“Estoy a cargo de un curso de 20 niños entre 4 y 6 años en un colegio llamada Jitihada, ubicado a una hora y media de donde vivo. Mi llegada fue increíble, la comunidad educativa, los niños y profesores me recibieron con alegría, curiosidad, amor y cariño, haciéndome sentir como en casa. Los niños, al verme por primera vez, comenzaron a decirme “muzungu”, luego corrían a abrazarme y saludarme y después de unos días, entendí que muzungu significaba blanco, y sin duda eso los volvía locos, tenían una profesora muzunga, ¡era demasiada la emoción! A mis alumnos les enseño matemáticas y lenguaje, usando mucha imaginación, ya que los recursos materiales no son muchos. También reforzamos y trabajamos habilidades sociales, cuidado personal, algo de ciencias, descubriendo la naturaleza y conociendo el mundo que los rodea, trabajamos diariamente cosas tan simples como taparnos la boca al toser, lavarse las manos siempre antes de comer, la importancia de saludar y de ser cuidadosos con los más pequeños, e incluso cómo resolver problemas cotidianos”.
En un principio, Josefa se dio cuenta que sus alumnos respondían mecánicamente, sin comprender lo que estaban estudiando, ya que su nivel académico era muy bajo. “Tuve que buscar estrategias pedagógicas que fomentaran el aprendizaje, conseguir que aprendieran por ellos mismos y no sólo por repetición, pero siendo realista, se necesitan más de tres meses para ver resultados concretos. Mientras, he aplicado todos mis conocimientos para ayudar a la profesora de la escuela a utilizar estrategias educacionales diferentes y entretenidas. La clave es entender que si un niño no aprende, es porque yo no le enseño como él aprende y que el idioma no debe ser una barrera, sino que hay mil formas y estrategias que debo usar, utilizando mi ingenio e imaginación para lograrlo. A pesar de no contar con los recursos que me gustarían para enseñarles, aprendí que esto jamás será un impedimento. Es difícil enseñar si no tienen lápices y goma de borrar, pero encontré la forma de arreglármelas con lo que hay disponible, como contar con las piedras de la calle o escribir con tizas en el suelo -y si bien me encantaría entregarles más recursos- me di cuenta de que el principal recurso para enseñar es la imaginación”, enfatiza la alumna de Educación de Párvulos UANDES.
“He visto realidades y condiciones de vida que no te imaginas que siguen existiendo y lo que más rescato, a pesar de lo difícil que es verlo, es la fortaleza, alegría y agradecimiento con el que viven. Hoy sé que soy una persona diferente, he aprendido a ser feliz con muy poco, agradezco todo lo que tengo, y, sobre todo, que con amor se puede llegar muy lejos. La gente de Tanzania es muy especial, ellos son ricos en amor y felicidad”, concluye.
Haz click en este video para ver el saludo que Josefa y sus alumnos envían en swuajili.