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Miércoles 17 de Julio de 2019
Hace 50 años dos astronautas pisaban por primera vez la superficie lunar. El historiador Augusto Salinas explica qué permitió que Neil Armstrong y Buzz Aldrin pudieran realizar esta proeza.
“Es la Nochebuena de 1968, tres hombres leen el Génesis a 430.800 kilómetros de la Tierra y envían sus saludos de Navidad a una audiencia de 600 millones de seres”. Así comienza a explicar Augusto Salinas, académico del Centro de Estudios Generales de la UANDES, la importancia histórica del hecho del que celebramos cinco décadas.
Un par de meses después de ese saludo, el 20 de julio de 1969, otra vez “tres hombres se han posicionado en la órbita lunar y dos de ellos se aprestan a descender hasta la superficie de la Luna, concretándose la mayor hazaña de la humanidad”, explica el Doctor en Historia.
“Armstrong, Aldrin y Collins son nuestros héroes, pero tras ellos está la decisión, el coraje y el esfuerzo de todo un pueblo, la ciencia y la tecnología que, desde Copérnico, han posibilitado esta epopeya”, señala el académico de la Universidad de los Andes.
Un hombre clave fue Wernher von Braun. Nacido en Wyrzsk (imperio alemán), nacionalizado estadounidense, había soñado desde siempre con conquistar el espacio. Casi medio siglo más tarde, gracias a políticos visionarios, como Lyndon Johnson y John Kennedy, este sueño se haría realidad.
La carrera espacial con la Unión Soviética aceleró las cosas. “El Sputnik soviético remeció hasta lo más hondo los valores de una nación que se había autoproclamado como el pueblo elegido”, afirma el profesor Salinas. El Destino Manifiesto, que en el siglo XIX impulsó la conquista del Oeste, ahora impulsaba a ganar la hegemonía en la exploración espacial.
Así quedaba claro en el discurso del presidente John F. Kennedy en 1962:
“Creo que esta nación debe comprometerse a lograr la meta, antes que termine esta década, de colocar un hombre en la Luna y traerlo sano y salvo a Tierra (…). Hemos decidido ir a la Luna. Elegimos ir a la luna no porque sean metas fáciles, sino porque son difíciles, porque ese desafío servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, uno que no queremos posponer, y uno que intentaremos ganar”.
En 1958 se crea la NASA y se aprueba el Acta de Educación, que coordina los esfuerzos del gobierno, las universidades y la empresa privada en la formación de científicos e ingenieros, cuyo número se duplica en menos de una década. “Nace entonces el concepto de R&D (Research and Development) y el número de papers y patentes crece exponencialmente”, relata el Doctor en Historia.
Todo esto permitió que en 1969 el Programa Apollo ya contara con la tecnología necesaria y suficiente como para planificar el vuelo a la Luna. “El coraje increíble de sus astronautas lo hará posible, lo demás, lo hace el empuje y la fe de una nación y de toda la humanidad”, concluye el historiador.
Houston, the Eagle has landed… eran las 15:17:39 horas del 20 de julio de 1969.
Pocos minutos después, Neil Armstrong quedaría para siempre grabado en la historia. “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.