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Martes 2 de Agosto de 2022
Un reciente estudio demostró que la pandemia aumentó 2 veces la probabilidad de que una mujer embarazada presente estrés y 4 veces la probabilidad de tener sintomatología depresiva, en comparación a cifras pre-pandemia.
La situación sanitaria producto del COVID ha generado un cambio en nuestro modo de vida; es por esto que un equipo interdisdisciplinario de investigadores UANDES liderados por Federico Batiz, Sebastián Illanes, Gino Nardocci, Marcela Tenorio y Paulina Arango, decidieron realizar una investigación sobre la situación mental de las mujeres embarazadas durante la pandemia y cómo esto puede afectar el neurodesarrollo de sus hijos.
En el estudio, donde participaron 123 mujeres embarazadas en su último trimestre de embarazo de tres centros distintos de salud, tanto públicos como privados y de regiones, se evaluó el distrés psicológico en las madres tanto a nivel de estrés percibido, como la sintomatología depresiva. Junto a lo anterior, también se estudiaron aspectos de neurodesarrollo (en los que se incluye el área cognitiva, lenguaje, desarrollo motor y desarrollo socioemocional) y el temperamento a los tres y seis meses de edad de los recién nacidos.
La investigación detectó que el 50% de las embarazadas presentaba estrés sobre la media, representando una duplicación en los valores registrados antes de la pandemia, tanto a nivel nacional como internacional.
Federico Bátiz, profesor de la Facultad de Medicina, director científico del Centro de Investigación e Innovación Biomédica (CiiB) de la Universidad, y líder del estudio que comenzó en 2020, explicó que “los datos a nivel local y extranjero muestran que alrededor del 20% al 25% de las mujeres embarazadas suelen presentar estrés durante la gestación. Si bien esperábamos un aumento durante la pandemia, éste alcanzó a la mitad de las mujeres estudiadas. Este aumento al 50% de las mujeres embarazadas también se ha observado en estudios similares hechos en Estados Unidos”, afirmó.
Respecto a la sintomatología depresiva, el trabajo reveló que un 40% de las mujeres embarazadas presentaba sintomatología depresiva. Además, se detectó que de las mujeres que tenían estrés, un 73% presentaba también sintomatología depresiva; mientras que sólo el 5% de las mujeres sin estrés presentaba sintomatología depresiva; lo que representa que es 49 veces más probable que si una mujer embarazada tiene estrés también tenga sintomatología depresiva en comparación a mujeres sin estrés. “Estos datos fueron bastante inesperados. De hecho, en situación pre-pandemia, un 10% de las mujeres embarazadas presenta sintomatología depresiva; y nuestro estudio reflejó que durante la pandemia estos valores aumentaron 4 veces, lo cual es bastante más incluso que lo observado en Estados Unidos, donde se detectó un aumento de 2 veces en sintomatología depresiva durante la pandemia”, comentó Federico Bátiz.
El estudio analizó la relevancia de siete variables asociadas a la pandemia: inestabilidad laboral, problemas de convivencia, confinamiento, problemas de comunicación, aumento de deudas, reducción de ingresos y sobrecarga laboral en el hogar. De éstas, las que destacan como más relevantes en relación a la percepción de estrés y depresión fueron: problemas de convivencia, confinamiento y problemas de comunicación, las cuales aumentaron entre seis y ocho veces las probabilidades de tener estrés.
Efecto en los recién nacidos
El trabajo de investigación no solo se realizó en las madres, sino que también se evaluó a los recién nacidos en dos etapas (tres y seis meses).
A ellos se les aplicaron dos test, el primero el de aprendizaje y desarrollo infantil (TADI), que evalúa la cognición, lenguaje, desarrollo motor y desarrollo socioemocional; y el test de temperamento, que posee tres componentes principales: afectividad negativa, extroversión y control; y con el cual se puede detectar cambios en el temperamento de los recién nacidos.
Marcela Tenorio, académica de la Escuela de Psicología UANDES, directora alterna del Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado (MICARE), e investigadora principal en este estudio, dijo que “usamos instrumentos estandarizados (test TADI) que permiten saber cómo avanzan en la adquisición de hitos del desarrollo en cuatro dimensiones, y además aplicamos evaluaciones de temperamento”.
Si bien no se observaron diferencias significativas en los resultados de neurodesarrollo entre mujeres embarazadas con y sin estrés, el análisis de los resultados en el test de temperamento reflejó un aumento de la afectividad negativa a los tres meses de edad en los recién nacidos de sexo masculino, y un aumento de este componente del temperamento en ambos sexos a los seis meses de edad.