Suscríbete a nuestro Newsletter
y mantente informado de todo
Lunes 13 de Julio de 2020
Lo primero que pensó al escuchar sobre el COVID-19, fue que se trataba de una enfermedad similar a un resfrío o gripe y con baja letalidad. Por tanto, no podía ser tan terrible, porque, además, según lo que se conocía en otros países, sería manejable cuando llegara a Chile.
Lamentablemente no fue así. La Dra. Marcela Garrido, académica del Departamento de Salud Pública y Epidemiología de la Facultad de Medicina de la UANDES, no vislumbró que el sistema de salud se vería tan sobrepasado. “Tuvimos bastante tiempo para prepararnos a partir de las experiencias vividas en otros lugares, por lo que nunca imaginé llegar a esto”.
Su primer enfrentamiento con la enfermedad fue en la Urgencia de la Clínica Universidad de los Andes, equipo que integra. “Llegaron los primeros pacientes, quienes, en su mayoría, venían del extranjero. Al llamar a estas personas unos días después para saber cómo estaban, me percaté de la rápida propagación del virus. Si estos pacientes iniciales eran jóvenes, sanos y con una posición socioeconómica privilegiada, esta pandemia realmente golpearía con fuerza cuando se propagara en los sectores más vulnerables”.
La Dra. Marcela Garrido resalta que el sistema de prestaciones de salud está sobreexigido. “Esta es la realidad, y es a lo que tanto le temíamos cuando partimos con la pandemia en Chile. Creo que la situación es desalentadora, pero no podemos rendirnos ahora, necesitamos un esfuerzo mayor de parte de todos y todas, enfocarnos en protegernos y proteger al resto, salir de la individualidad y pensar en los demás. Necesitamos medidas nuevas o innovadoras que apunten a hacer partícipe a la población e involucrarla de forma efectiva en la salud colectiva”.
La Dra. Marcela Garrido espera su tercer hijo, y es por ello que tuvo que dejar de trabajar con pacientes. “Protejo a otra persona, no puedo arriesgarla de forma innecesaria. Trato de aportar desde la salud pública y la urgencia para controlar la pandemia”.
Tengo la suerte de estar en una universidad donde puedo combinar la urgencia clínica y la salud pública, lo que me permite tener una mirada más global y ser un aporte como vínculo entre ambas”. Es habitual ver a Marcela en los medios de comunicación. Desde su casa, es entrevistada en modalidad online para abordar distintas aristas desde su especialización.
¿Cuáles son los desafíos con esta pandemia?
Esta pandemia ha transparentado las fortalezas, debilidades e inequidad de nuestro sistema de salud del país. Esto no es algo nuevo, se nota mucho más al estresar el sistema durante la pandemia. Por lo mismo, debemos focalizarnos en aquellos que son más vulnerables, para darles lo que realmente necesitan en este momento, que puede distar mucho de lo que creemos, por lo que urge integrarlos a la discusión. Por otro lado, necesitamos dar las condiciones mínimas para que las personas puedan seguir las recomendaciones de las autoridades de forma inmediata. Es un gran desafío que implica un esfuerzo económico importante. Y, por último, creo que la comunicación efectiva hacia la comunidad es muy importante y, en parte, es donde hemos fallado.
¿Cómo cree que será la lucha contra este virus en los próximos meses?
Esperemos que en agosto o en septiembre disminuyan los contagios y lleguemos a cifras más tranquilizadoras, que nos permitan reabrirnos, comenzar el retorno con todas las precauciones necesarias, mientras esperamos una vacuna o tratamiento efectivo. Lo veo posible, pero también hay que considerar que habrá rebrotes y tenemos que estar preparados. Donde creo que debemos apoyarnos más es en la tecnología para mejorar la trazabilidad, el seguimiento y el apoyo a los pacientes, automatizar ciertos procesos que optimicen el manejo de estos brotes.
¿Cree que se han hecho las cosas bien en el país para enfrentar esta crisis sanitaria?
Se han tomado medidas adecuadas y se han realizado grandes esfuerzos del sistema de salud, pero podríamos habernos adelantado a lo que estamos viviendo hoy. Sabíamos de lo sucedido en otros países, no teníamos por qué pensar que en Chile se comportaría de forma distinta. Pero hasta que no lo vivimos no lo entendimos tan bien. Hemos llegado tarde, sobre todo en las zonas más vulnerables del país, creyendo que las medidas sanitarias podrían ser suficientes, sin considerar los factores sociales que también afectan la salud, las condiciones ambientales y las necesidades básicas no cubiertas que en esta pandemia se han visibilizado.
No puedo dejar de mencionar que estamos al debe en la formación de los profesionales de la salud y del énfasis que le damos como sistema a la prevención y promoción de la salud a nivel comunitario sobre todo. Si este foco hubiese sido el habitual habría sido más fácil implementar las distintas medidas de salud pública y probablemente habrían sido más efectivas. Sin embargo, el sistema está mucho más enfocado en el tratamiento, en el ámbito curativo, y eso se refleja en los resultados. Pese a que las medidas de salud pública no han logrado contener los contagios, el sistema de prestaciones de salud ha respondido mejor que en muchos otros países, al menos hasta el momento. Se han abierto hospitales, camas, urgencias, comprado ventiladores mecánicos, cánulas nasales de alto flujo, elementos de protección personal, se ha capacitado al personal de salud y enfatizado en las medidas para minimizar su riesgo de contagio, entre otros. Pese al alto número de contagios, aun tenemos bajos números de mortalidad, pero el sistema está al tope y necesitamos tiempo para desocuparlo, para que todos puedan acceder a él y que no sea un privilegio, sino un derecho.