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Domingo 5 de Abril de 2020
En el marco del Día del Terapeuta Ocupacional, que se conmemora el 5 de abril, la directora de nuestra Escuela, María Elena Riveros, comparte una carta respecto a la ‘privación ocupacional’, una consecuencia de esta pandemia, de la cual poco se habla.
“Estar confinado/as en nuestros hogares, obligado/as a permanecer encerrado/as producto de la pandemia del COVID-19 está afectando no sólo nuestra salud física, mental y emocional, sino también nuestra calidad de vida, nuestro bienestar, el de nuestras familias y comunidades. El aislamiento social tiene una consecuencia de la que poco se habla y que impacta fuertemente en nuestras vidas: la “privación ocupacional”.
Entendemos por ocupaciones a la posibilidad de desenvolvernos en distintas tareas que dan significado a la necesidad individual de sentirnos competentes y validada/os en las propias capacidades, intereses, valores y objetivos personales. Las ocupaciones son actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana y que pueden ser nombradas por la cultura. El autocuidado, el cuidado de otros, las tareas domésticas, el estudio y el trabajo, las relaciones sociales y la participación social y comunitaria, el ocio y el tiempo libre, la recreación y el descanso, cultivar un arte o nuestra espiritualidad, la contemplación y la lectura. Son todas ocupaciones.
El concepto de “privación ocupacional” aparece en el trabajo de Whiteford[1] para referirse a la dificultad que experimentan las personas privadas de libertad para involucrarse en ocupaciones significativas debido a las limitaciones que les impone el contexto. La “privación ocupacional” proviene no de factores inherentes a la persona, sino de factores externos que se encuentran fuera de su control y que se prolongan en el tiempo.
Sin embargo, es Wilcock[2] quien en su trabajo busca definir y sistematizar el concepto de “privación ocupacional”, que reconoce como un riesgo para la salud de las personas y comunidades. Este riesgo está determinado por factores sociales, culturales, normativos, políticos y económicos. Esta privación puede provenir de cualquier entidad o circunstancia que impida adquirir, disfrutar o usar algo. Para Wilcock esta privación se explica desde la perspectiva de los determinantes sociales de la salud, sean estos de carácter estructural, como son el sistema económico, político, cultural, educacional, geográfico, o próximos, como son el sistema de salud o las redes y sistemas de apoyo.
Esta situación de privación que genera limitación en el desempeño de ocupaciones, producto de factores del contexto, altera los patrones del uso del tiempo y las rutinas, y puede tener diversos y negativos efectos, tales como la pérdida de la noción del tiempo, la desorientación, la pérdida del sentimiento de eficacia, trastornos del sueño y dificultades en el desarrollo de destrezas adaptativas para la interacción e integración social, entre otros. Estos efectos pueden ser particularmente graves en poblaciones vulneradas y vulnerables.
Así, esta situación de “privación ocupacional” la experimentan no sólo las personas privadas de libertad, sino otros colectivos que se encuentren en situación de vulnerabilidad social o que han sido vulnerados en sus derechos. Puede ser el caso de personas en situación de discapacidad; personas migrantes; personas que viven en situación de calle; personas mayores; minorías étnicas; entre muchos otros colectivos. La escasez de recursos materiales, la pobreza y la inequidad social son fuente de “privación ocupacional”.
La pandemia del COVID-19 tiene como efecto, para todos y todas, una situación de “privación ocupacional” como la que se describe, puesto que limita nuestra participación cotidiana en aquellas ocupaciones que dan sentido y significado a nuestras vidas. En estos días de “distanciamiento social obligado” surge la necesidad de mirar nuestras ocupaciones, ajustarlas y adaptarlas, con el propósito de mantener nuestra participación en ocupaciones habituales, descubriendo o reinventando muchas de ellas. Nuestro desafío: lograr un equilibrio ocupacional, encontrando satisfacción y sentido en lo que hacemos. Esta situación de “privación ocupacional” que enfrentamos es nueva para la mayoría, y sabemos que si bien se ha prolongado en el tiempo, es una situación transitoria y pasará. Llegará el momento en que podremos retomar nuestras vidas y volver a desempeñar nuestras ocupaciones.
Sin embargo, hay personas y grupos de población que viven una situación de “privación ocupacional” de manera permanente. Personas donde las circunstancias de su contexto, material, económico, social, les impiden o restringen su participación ocupacional plena. Estas personas están en riesgo permanente de sufrir daño a su salud, su bienestar y calidad de vida.
Sin duda, podemos hacer aprendizajes en esta situación de crisis sanitaria en la que nos encontramos inmersos. La “privación ocupacional” que conlleva esta pandemia puede tener efectos muy negativos, pues toda persona debe tener la oportunidad de desplegar sus ocupaciones de manera satisfactoria. Sin embargo, también abre una ventana de oportunidad para que cada una/o contribuya, desde el lugar en que le toca estar, a evitar que las brechas de equidad se acentúen. Evitar que sus efectos se instalen de manera permanente en nuestra población más vulnerable. Poner en el centro a las personas, es el propósito que nos inspira. Hoy tenemos la oportunidad de poner a la persona y al bien común en el centro, como una tarea personal y colectiva. Quiero terminar invitando a que trabajemos con una mirada inclusiva que permita generar las condiciones necesarias que favorezcan la participación ocupacional plena de todas y todos”.
[1] Whiteford, G. Occupational Deprivation and Incarceration. J Occup Sci, 1997; 4(3).
[2] Wilcock, A. An Occupational Perspective of Health. Thorofare, Nj: Slack, 1998