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Viernes 14 de Octubre de 2022
Columna de opinión de Francisca Valenzuela, directora ejecutiva CIIL UANDES.
La inmensa capacidad de aprendizaje que caracteriza los primeros años de vida, debe ser nutrida de manera deliberada. El último informe del Banco Mundial titulado Aprendizaje Temprano de Calidad (2022), pone el foco en la necesidad de los países de ingreso mediano y bajo de ayudar a los niños a desarrollar habilidades que permitan alcanzar logros satisfactorios tanto dentro como fuera de la escuela, pues (de acuerdo a este informe), ello permitiría sentar las bases para generar el capital humano necesario y de esa forma lograr un bienestar individual y sociedades más equitativas y prósperas.
En nuestro país, desde distintos ámbitos se levanta contundente información respecto de las secuelas que está dejando esta pandemia en nuestros niños. El déficit en el desarrollo del lenguaje es uno de ellos, que se manifiesta en primera infancia en niños con un vocabulario reducido, dificultades para pronunciar correctamente los sonidos que componen las palabras al comunicarse, problemas para mantener el tema en las conversaciones, comprensión oral disminuida. Estos datos se vuelven aún más preocupantes a la luz de la evidencia que revela la baja asistencia actual a la educación parvularia.
¿Cómo abordar esta compleja realidad? Para lograr disminuir las brechas generadas por la prolongada estadía en los hogares y la inasistencia a centros educativos, se propone abordarla desde tres perspectivas: a) Desarrollar e Implementar Políticas Públicas que logren concientizar a la población en relación al verdadero valor que tiene para el ser humano la educación en los primeros seis años de vida, ofreciendo un marco curricular robusto y focalizado en el logro de aquellos objetivos intransables para continuar con el desarrollo de habilidades que son el sustento para el aprendizaje del lenguaje escrito; b) Fortalecer la formación inicial docente de los profesionales que se harán cargo de esta “generación pandemia”, pues serán precisamente ellos los encargados de disminuir las brechas para lograr equiparar los aprendizajes y permitir que los estudiantes continúen en su camino escolar sin tropiezos; y c) Generar conocimiento, desde los centros de investigación que contribuya a abordar esta compleja realidad con estrategias basadas en la evidencia, monitoreando su implementación y capacitando y acompañando a los profesores en ejercicio. No hay tiempo para “ensayo y error”, lo que ocurre en nuestras salas de clases está marcando a fuego las vidas del futuro capital humano de este país.
Se requieren Centros de Investigación e Innovación que con su labor orienten y permitan esfuerzos desde los destinitos agentes. La pérdida de aprendizajes recién comienza a estimarse, pero según el mismo informe referido, el porcentaje de niños que no logran comprender un texto sencillo a los 10 años en Latinoamérica aumentará del 51 a un 62.5%. Esto significa que la cantidad de estudiantes que estarán por debajo de la línea de la pobreza del aprendizaje se incrementará en 7.6 millones (Banco Mundial, 2022).
La necesidad de brindar aprendizajes tempranos de calidad, y a gran escala; construidos de manera deliberada y progresiva en el tiempo, es una necesidad urgente.