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Viernes 21 de Octubre de 2022
Columna de opinión del profesor Francisco Tagle
Buena parte de la campaña electoral para la presidencia en Colombia se libró en las redes sociales. Mientras Hernández fue conocido como el viejito de TikTok por sus reels anticorrupción, Petro se transformó en cuestión de semanas en uno de los colombianos con más seguidores de su país. En Chile, el plebiscito de salida para una nueva constitución estuvo cargado de acusaciones de Fake News sobre lo que decía y no decía la propuesta, a la vez que semana a semana se viralizaban declaraciones y acciones poco afortunadas de los convencionales. En Brasil, en el marco de las elecciones presidenciales, el Tribunal Supremo Federal, acusado de extralimitarse en sus funciones, no sólo ordenó borrar a las redes sociales miles de publicaciones que consideró antidemocráticas, sino que arrestó a cinco empresarios por “promover” desde sus WhatsApp un golpe de Estado. Asimismo, se ha hecho habitual que mandatarios como Bukele en El Salvador y AMLO en México, con más de 2,5 millones y 8 millones de seguidores en Twitter respectivamente, sean acusados de gobernar por las redes sociales, en las que divulgan sus opiniones, acciones y decisiones contantemente.
No es una novedad señalar que revolución tecnológica de Internet comenzada a finales de los años noventa (la sociedad en red como diría Manuel Castells) ha cambiado las relaciones políticas, económicas y sociales del mundo entero, siendo probablemente el pilar principal de la globalización en la actualidad. Sin embargo, la expresión y profundidad de este fenómeno tiene características propias según cada sociedad en particular. El último informe del Digital Reuter señaló que América Latina es una de las regiones del mundo donde más los ciudadanos se informan por redes sociales, especialmente por Facebook e Instagram. Por ejemplo, en Argentina el 69% reconoce informarse exclusivamente por estas plataformas, mientras que en México el 68% y en Brasil el 64%. Ante este panorama, se pueden establecer tres tendencias que han marcado con fuerza a la política latinoamericana en su relación con el fenómeno de las redes sociales:
Pérdida del control de la agenda: Una cascada que sube y baja. Así fue como en 2003, Robert Entman, el prestigioso teórico de la Comunicación, definió el traspaso de información entre las elites, los medios y el público en las sociedades de la democracia liberal. Tomando como referencia los atentados del 11 de septiembre de 2001, el académico de la George Washington University teorizó que la opinión pública se formaba y activaba como una caída de agua que se retroalimentaba constantemente, teniendo en su cima al poder político y en su parte final al público, el que con sus opiniones y manifestaciones podía alimentar a quienes estaban en la parte superior. Justo en la mitad, los medios de comunicación y los periodistas cumplían una función de amalgama, quienes tras recibir la información del poder político, la mediatizan y encuadraban desde sus determinadas líneas editoriales y agendas para informar a la opinión pública. Al igual que su cascada mucha agua ha pasado en los últimos 20 años, el propio Entman ha publicado en 2018 una complejización de su esquema, en la que, si bien el poder político sigue siendo la matriz de la opinión pública, Internet y sus redes sociales ha reconfigurado todas las relaciones, no sólo en cuanto a la bidireccionalidad y feedback de los mensajes, sino en la atomización de las audiencias, las que cada vez son menos masas y más tribus. Siguiendo a autores como Zygmunt Bachmann y Moises Naím, el poder ahora es más líquido y se ha desgranado en cada vez más nuevos actores, fenómeno que ha sido especialmente significativo en América Latina, donde las instituciones encargadas de administrar el poder poseen muy bajos niveles de confianza ciudadana. Por ejemplo, un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad Federal de Sao Paulo, la Université de Toulouse y la Universidad de Navarra estableció que en la región la alta difusión de Fake News en redes sociales en torno a la pandemia del Covid 19 estaba fuertemente relacionada con la polarización, descredito e inestabilidad política de los países, lo que dificultó el control de la agenda por parte de las autoridades de salud. Por otra parte, si los medios de comunicación tradicionales y los periodistas tenían el trabajo de mediatizar el mensaje del poder político a las audiencias, y viceversa, hoy las redes sociales han transformado parte importante de esa labor. Si bien Facebook es más popular que Twitter en América Latina, es esta segunda red social la que tiene una gran preponderancia en los periodistas latinoamericanos tanto para estar al día con las noticias como para uso de fuentes y nuevas ideas, esto según una investigación realizada en 2016 por académicos de la University of Texas, Texas State University y San Diego State University en la que se encuestó a 788 reporteros latinoamericanos.
Entre la rendición de cuentas y la sobreexposición: En los años noventa, el politólogo argentino Guillermo O´Donnell puso en boga el término democracias delegativas para hacer referencia a las democracias latinoamericanas comenzadas con la Tercera Ola. El problema que acusaba era que no existían los suficientes pesos y contrapesos de vigilancia al poder, por lo que los latinoamericanos con su voto delegaban la soberanía popular a los políticos, quienes una vez electos gobernaban a sus anchas sin dar cuenta a sus electores. Ante este déficit, en algunas ocasiones fueron los medios de comunicación y los periodistas los que tuvieron un rol importante como vigilantes del poder, casos como los Vladivideos en Perú, la Casa Blanca en México o los Cuadernos K en Argentina nacieron a partir de investigaciones periodísticas, las que se transformaron en una suerte de Watergate locales. Si bien se puede alegar que las redes sociales han servido para aumentar la rendición de cuentas del poder político a la ciudadanía, viralizando masivamente los ilícitos de corrupción, también ha llevado a la sobreexposición no mediada de los políticos al juicio público. Por ejemplo, fueron fotos viralizadas por usuarios de redes sociales o por periodistas que accedieron a ellas, las que dieron cuenta que el presidente Piñera se encontraba en una pizzería celebrando el cumpleaños de su nieto, mientras el estallido social en Chile estaba en su climax y que el presidente Fernández celebraba con familiares e invitados en plena pandemia del COVID 19 el cumpleaños de su esposa en Quinta de Olivos, a la vez que el resto de Argentina se encontraba bajo una estricta cuarentena.
Cambios en las formas de participación: Las investigaciones sugieren que el uso excesivo de redes sociales ha provocado el fenómeno de News find me, que teorizado y aplicado por el investigador español Homero Gil de Zúñiga, tiene por efecto ya no buscar noticias en los medios tradicionales, sino esperar a que “lleguen” por redes sociales, las que generalmente provienen del propio entorno, creando percepciones alejadas de la realidad. Así, esto conduciría a consecuencias negativas tanto en el conocimiento de la política como en el interés de participar en procesos eleccionarios. Sin embargo, los estallidos sociales de los últimos años en Chile, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú tuvieron como fator común la importancia de las redes sociales tanto para promover un mensaje a las autoridades como para organizar las protestas. De acuerdo a Latinobarómetro, el apoyo a la democracia como sistema político en América Latina es bastante bajo, lo que no necesariamente se condice con el ánimo de participación en política, y en donde las redes sociales se han transformado en un espacio para ello. Por ejemplo, un estudio de encuestas realizado en 2021 a jóvenes peruanos, ecuatorianos y mexicanos estableció como factor común una predisposición a participar a través de Internet en política. Asimismo, un estudio realizado por investigadores mexicanos respecto a la elección presidencial del 2018 de su país estableció que la participación política por medio de las redes sociales y otras formas digitales han ofrecido nuevos espacios para la participación política, las que tienden a correlacionarse con las formas tradicionales.
Desde la campaña presidencial de Obama en 2008 enfocada en las redes sociales para conquistar al público joven, es posible establecer que una parte importante de la política hoy se juega en lo online, donde América Latina no es la excepción a este fenómeno de la globalización. Sin embargo, tal como plantearon los académicos Daniel Hallin y Paolo Mancini con sus famosos tres modelos de la comunicación, el sistema político de una sociedad influye en la comunicación, como a su vez la comunicación influye en las formas que adquiere la política, por lo que en América Latina la baja confianza en las instituciones y los continuos afanes populistas de sus líderes hacen de la política y su relación con las redes sociales un lugar con sus propias singularidades de poder.