Tolerancia a la Frustración

Una habilidad clave para el manejo del Estrés Académico

Hace un tiempo, llegó al CAP un estudiante de primer año con un fuerte ataque de pánico. Nunca había experimentado algo así antes; sin embargo, en el último tiempo se había sentido muy estresado y ansioso por su rendimiento académico. Había sido un buen alumno en el colegio y esperaba seguir siéndolo en la universidad. Aunque en general no había tenido un mal semestre, estaba a punto de reprobar una asignatura, lo que lo afectaba profundamente. Y unos minutos atrás, había recibido la nota de otro ramo, que resultó más baja de lo que esperaba. Fue la gota que rebasó el vaso, desencadenándose la crisis emocional. 

La situación nos llevó a reflexionar como CAP, sobre la intolerancia a la frustración y su impacto en el estrés académico y bienestar psicológico de nuestros estudiantes. La mayoría de las teorías sobre la frustración consideran que se trata de una respuesta que involucra emociones similares a cuando enfrentamos situaciones hostiles o desagradables, desencadenando respuestas parecidas al estrés. Incluso han demostrado que la frustración activa los mismos mecanismos neuronales que el dolor físico y el miedo. 

Es evidente que la tolerancia a la frustración, es decir, la habilidad para enfrentar y resolver de manera eficaz eventos difíciles y adversos, es esencial para la vida y, por supuesto, para la universidad. Sin embargo, en la sociedad actual observamos una mayor intolerancia a la frustración y un aumento de las dificultades para afrontar situaciones adversas, especialmente en las nuevas generaciones. Se han identificado diversos factores como posibles causas, entre ellos, la falta de estrategias efectivas de manejo emocional, la inmediatez que promueven las tecnologías y sobreprotección parental. 

Pero la intolerancia a la frustración no es un problema exclusivo de los jóvenes. Niños y adultos de todas las edades también pueden presentar esta dificultad. Sin embargo, la adolescencia es una etapa caracterizada por cambios físicos y psicológicos que implican un ajuste cognitivo y emocional, haciendo a los jóvenes más vulnerables y exigiéndoles una gran capacidad de autorregulación emocional. Si a estos cambios biopsicosociales le sumamos los desafíos propios de la transición del colegio a la universidad, la tarea se vuelve aún más desafiante. El ingreso a la universidad es un período intenso con numerosos retos sociales, altas exigencias académicas y varios ajustes personales, que demandan del adolescente un gran esfuerzo para aprender a funcionar en este nuevo contexto. Además, se ha demostrado que la pérdida de lazos sociales, como los establecidos en el colegio, es una de las principales causas de frustración en humanos, teniendo una influencia altamente significativa en el estrés. 

Albert Ellis, padre de la psicoterapia cognitivo-conductual, consideró la Intolerancia a la Frustración, junto con la baja autoestima, como una de las principales causas de la neurosis (trastorno psicológico que resulta de conflictos internos inconscientes). Algunos estudios han mostrado relaciones significativas entre la Intolerancia a la Frustración, rumiación (pensamiento excesivo), autoculpa y catastrofismo, todos factores que pueden aumentar la percepción de estrés y trastornos emocionales.  Por otro lado, la intolerancia a la frustración puede llevar a comportamientos de evitación. Las personas pueden rehuir situaciones desafiantes o que perciben como frustrantes para no enfrentar el malestar que creen no ser capaces de tolerar.  

Pero no todo es malo con la frustración, ya que, como cualquier emoción, tiene una función. Se ha estudiado que las respuestas a la frustración producen cambios fisiológicos que facilitarían la adaptación a nuevas demandas ambientales.  La frustración actúa como una señal de que algo no está funcionando. Nos indica que necesitamos reevaluar nuestras estrategias para alcanzar nuestros objetivos. Además, la incomodidad que genera puede ser un fuerte motivador para el cambio y para aprender nuevas habilidades.  

Puede parecer lógico pensar que, a mayor tolerancia a la frustración, mayor éxito académico. Es más, algunos estudios indican que el rendimiento en una tarea se deteriora si se realiza después de experimentar frustración. No obstante, la frustración no está vinculada directamente con la productividad académica, pues un estudiante con bajas notas no necesariamente tiene baja tolerancia a la frustración. Asimismo, los estudiantes de alto rendimiento pueden experimentar una gran frustración debido a sus altos niveles de autoexigencia y/o perfeccionismo. 

Aunque hay evidencia que sugiere que las reacciones ante la frustración tienen fuertes componentes no aprendidos, podemos aprender a modular nuestra respuesta afectiva y conductual ante ella.  

Te dejamos 8 consejos para fortalecer la Tolerancia a la Frustración en tu día a día: 

  1. Desafía tus creencias: no tienes que creer ciegamente en todo lo que piensas. Cuestiona y modifica las creencias que están a la base de tu frustración y adopta perspectivas más positivas y racionales. Este proceso se conoce en psicología como Reestructuración Cognitiva. 
  1. Regula tu autoexigencia y perfeccionismo: aprende a equilibrar tus expectativas. Ser autoexigente no es algo malo, incluso puede ayudarte a mejorar. Sin embargo, es un arma de doble filo si no la sabes regular. El ser humano es y será por definición un ser imperfecto, así que no te desgastes buscando lo imposible. 
  1. Establece metas realistas: define objetivos desafiantes pero alcanzables. Para eso es fundamental el autoconocimiento, saber cuáles son tus fortalezas y debilidades. Valora y celebra los pequeños logros que aparezcan en el camino hacia metas más grandes, y no olvides disfrutar el proceso. 
  1. Persevera a pesar de las dificultades: la superación de desafíos genera un profundo sentimiento de orgullo y realización. Puedes practicar el aumento de tu tolerancia a la frustración exponiéndote gradualmente a situaciones incómodas y reconociendo que puedes manejarlas. 
  1. Acepta la incomodidad como parte de la vida: a menudo amplificamos la incomodidad debido a nuestros pensamientos negativos en relación a ella, lo que la convierte en algo totalmente intolerable. Acepta que la vida incluye situaciones incómodas y frustrantes, y que enfrentarlas es parte de la experiencia humana. 
  1. Enfócate en las soluciones: en lugar de concentrarte únicamente en el problema, busca soluciones. Adopta una actitud proactiva: analiza las opciones disponibles y elige la más efectiva. Dirige tu atención hacia lo que está bajo tu control, como tus pensamientos, comportamientos, emociones y acciones. Recuerda que enfocarte en lo que no puedes controlar sólo aumenta la frustración. En cambio, centrarte en lo que sí puedes manejar no sólo facilita la resolución de problemas, sino que también reduce tu nivel de frustración. 
  1. Fomenta el autocuidado: realiza actividades que promuevan el bienestar físico y mental, como el ejercicio, el mindfulness, la alimentación saludable y el descanso. 
  1. Busca ayuda: se ha demostrado que la contención emocional puede provocar cambios en las reacciones de las personas frente a la frustración, haciéndolos más tolerantes ante situaciones relativamente adversas. 

En conclusión, desarrollar la tolerancia a la frustración es esencial para manejar el estrés académico y disfrutar de una experiencia universitaria enriquecedora. La universidad es un viaje lleno de aprendizajes y cada desafío superado es un paso más hacia tu bienestar y desarrollo personal.